Marzo, con sus interminables lluvias,
con sus charcos en las calles,
con su croar disonte de ranas
y otra vez la lluvia.
Marzo, un poco menos que la pobreza,
que un correr desesperado
que un bombardeo lacerante de cielo. Marzo.
El viento que llega robando los techos
entre gritos agonizantes de una vieja
que se muere, mientras llueve, muere, y otra vez, llueve.
Marzo. Torrente de miseria que de no noche llega,
por un pan
por un hijo
por saberse impotente.
Y otra vez llueve, y casi no queda nada.
Ella se abre despacio, que no sienta su niño,
que no despierte, que mamá trabaja.
Un gallo sacude las alas de madrugada,
el olor mate cocido se confunde en el aire
y un mantel sucio con migajas queda sobre la mesa.
Hoy también se lava ropas y se amasa y el niño
vende por la calles.
Pero hoy también llueve y no se seca la ropa
y los leños están humedos. Y llueve, en marzo.
El torrente de miseria llega otra vez por la noche
y por el fondo.
El niño duerme. Ella trabaja.
(De mi primer libro "Documento de la ternura" (1986)
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